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Erase una vez Egipto

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Era mi asignatura pendiente y la había ido posponiendo. Durante toda mi vida el viajar había formado parte de mi, era una necesidad más. Hasta que en el 2001 finalmente, llegó el turno de Egipto. Le dediqué el viaje al sueño de un amigo. Y yo que siempre había estado buscando el Santo Grial, acabé encontrándolo donde menos lo esperaba, en tierra de faraones. Es difícil empezar, pero tengo ese viaje grabado en mi retina como si fuese hoy, y eso que he vuelto a Egipto en innumerables ocasiones, más que nada porque ya soy egipcia, o quizá siempre lo había sido y no lo sabía… Tras un vuelo normal, como todo los vuelos a cualquier destino, aterrizamos en el antiguo aeropuerto de Luxor, con nuestras poses de “fantásticos guiris prepotentes”. Había gente por todos sitios y un descontrol, que después descubrí era organizado. Una vez pasamos los trámites pertinentes, apareció una figura en medio de la noche, que simplemente era Egipto. Se llamaba y se llama Mahmoud Fathy. Se encargó de intentar infundir en nuestras mentalidades occidentales la calma y no se todavía si lo consiguió, pero a un grupo de nosotros nos transmitió lo mejor que podía haber transmitido, que era la esencia de su país, la magia, lo bonito y lo no tan bonito -pero que tenía su encanto-, su cultura, su lengua, su saber estar. Por un momento ya no éramos turistas, éramos uno mas de aquel curioso país, fuente inagotable de historia y de tradiciones que todos llevamos en nuestro interior, aunque no queramos reconocerlo. El calor. El color del cielo. La arena del desierto. Las aguas del Nilo. Los majestuosos templos. Las gigantescas esculturas. Los altivos minaretes. El Barrio Copto. Esa bella Alejandría. Mis oasis, porque ya son míos. El perfecto ombligo de Ramses. La inigualable Nefertari. Las arrugas perfectamente dibujadas de los campesinos. El olor a pan recién hecho. La sonrisa de los viejos. La inocencia de los niños. Ese pueblo servicial. Ese sosiego de Aswan. Kom Ombo majestuoso al pie el Nilo. Edfu entre ruido de calesas, pero solo para mi. Deslizándome de noche entre la columnas de Luxor. Flotando en el lago del Karnak. Reposando en el palacio de El Manial. Tomando un té en plena pirámide de Dashour. Hablando con los comerciantes de camellos. Deambulando por la zona medieval de Cairo. Charlando en un patio de la ciudad de los Muertos. Atravesando el Nilo en un destartalado taxi lleno de abalorios cantando canciones. Soñando en una faluca. Enterrada en arena en Aswan. Mi alma se halla vagando por cualquiera de estos lugares o sensaciones.

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