AGOSTO 2004. POR RAFAEL ÁLVAREZ PIDAL.
Egipto. Dulce y fuerte nombre al mismo tiempo. Como sus gentes. Como el desierto. Desde Al-Kahira hasta la frontera con el mítico Sudán, con el país del Punt. Embrujo.
Conversaciones nocturnas en la cubierta del barco a lo largo del Nilo, pasando, de madrugada, bajo el puente de Assuan. Mahmoud nos cuenta su “teoría de la Y” del Nilo y de Egipto. Hablamos de religiones. Del Islam. De la Biblia. De la Torah. Las religiones “del Libro”.
Las prohibiciones de un pueblo nómada, surcando el Sinaí que dan origen a los Mandamientos. De Amenhotep IV, del monoteísmo. De la Ley del Desierto.
Y el té rojo de madrugada, sin dormir. Esperando, quizás, a que Ra volviese a aparecer por el el horizonte, por la orilla de los “vivos-vivos”. Tres amigos reunidos en la cubierta charlando de lo divino y de lo humano. De Historia, de Religión, de Cultura, de Egipto. Inolvidable noche, Mahmoud. Ni Ana ni yo lo podremos olvidar. Si hay un recuerdo más inolvidable de nuestro viaje a Egipto es, sin duda, la compañía de Mahmoud. Sin él no se puede comprender el pasado y el futuro del país. Los monumentos han pasado la frontera de la edad. La compañía no.
Cuando se planea una estancia indefinida en la orilla oeste de la vieja Tebas, y esperas que quienes más quieres en el mundo te acompañen en los últimos días, y Anubis se ha adelantado a los acontecimientos, sientes aún más deseos de regresar, en honor de quien ya no te va a poder acompañar físicamente, pero sí en su Ka.
Cumpliremos el deseo de los cuatro, Mari Carmen. Aunque no puedas sonreirnos, te sentiremos con nosotros. Y esperamos que Rosa y Mahmoud vayan a visitarnos y recordar viejos buenos tiempos.
Rafael.
Es una historia muy bonita he interesante, espero que vayáis explicando más aventuras sobre Egipto!
Gracias Mónica por tu opinión, seguimos trabajando para dar a nuestros socios el mejor servicio.